Génesis
Bosquejo sugerido de Génesis
I. Historia de la humanidad en general (1–11)
A. Creación de los cielos y la tierra (1–2)
B. Adán y su familia (3–5)
La caída del hombre (3)
C. Noé y su familia (6–11)
El diluvio (6–10)
La rebelión de Babel (11)
II. Historia de Israel en particular (12–50)
A. Abraham: El padre que ofreció a su hijo (12.1–25.18)
B. Isaac: El hijo que tomó una esposa (25.19–26.35)
C. Jacob: Carne vs. Espíritu (27.1–36.43)
D. José: La providencia de Dios (37.1–50.26)
Notas preliminares a Génesis
I. Nombre
«Génesis» procede de una palabra griega que significa «principio» o «generación». Génesis es el
libro de las generaciones o principios. Hay diez generaciones anotadas en el libro: los cielos y la tierra
(2.4); Adán (5.1); Noé (6.9); Sem (11.10); Taré (11.27); Ismael (25.12); Isaac (25.19); Esaú (36.1); y
Jacob (37.2). Como el semillero para la Biblia entera, Génesis narra para nosotros los trascendentales
comienzos del universo, la historia humana, la civilización, el pecado, la salvación, el sacrificio, el
matrimonio y la familia.
II. Autor
Hay consenso general en reconocer que Moisés es el autor de los cinco primeros libros de la Biblia,
llamado «el Pentateuco» (del griego penta, «cinco» y teucos, «el estuche donde se guardaban»). Por
supuesto, Moisés no vivía cuando ocurrieron los hechos de Génesis, pero el Espíritu le guió al
escribirlos (2 P 1.20–21). Cristo creyó que Moisés escribió los libros que se le asignan (véase Jn 5.45–
47) y eso es suficiente autoridad para nosotros.
III. Propósito
Al leer Génesis no se puede dejar de notar que los primeros once capítulos son generales y sin
muchos detalles; mientras que el resto del libro, empezando con el capítulo 12, pormenoriza la vida de
cuatro hombres: Abraham, Isaac, Jacob y José. Como notará en nuestro bosquejo sugerido de Génesis,
la primera sección (1–11) trata de la humanidad en general y explica el origen del hombre y del pecado,
mientras que la segunda (12–50) se refiere a Israel en particular. Esto sugiere que el propósito del libro
es explicar los comienzos del hombre y su pecado, e Israel y el plan divino de salvación. Es más, uno
de los temas clave en Génesis es la elección divina.
Empezamos con «los cielos y la tierra», pero entonces Dios decide relacionarse con la tierra, no los
cielos; el tema desde allí en adelante es el programa de Dios en la tierra. Habiendo escogido la tierra,
Dios ahora pasa por alto a los ángeles (incluso a los ángeles caídos) y opta por vincularse con el
hombre. De entre los muchos hijos de Adán, Dios selecciona a Set (4.25). De los muchos descendientes
de Set (Gn 5), escoge a Noé (6.8), y de la familia de Noé, elige a Sem (11.10), Taré (11.27) y por
último a Abraham (12.1). Abraham tiene muchos hijos, pero Isaac es la simiente escogida (21.12).
Isaac tiene dos hijos, Jacob y Esaú, y Dios escoge a Jacob para que sea el que recibe su bendición.
Todo esto revela la elección de la gracia de Dios. Ninguna de estas personas merecen escoger el
honor; como es cierto en los verdaderos creyentes, su elección resultó plenamente de la gracia de Dios.
Junto con la gracia de Dios que elige, Génesis ilustra el maravilloso poder y providencia de Dios. El
hombre desobedecería y dudaría de Dios, sin embargo Él regiría e impondría su autoridad para cumplir
sus propósitos. Si su programa hubiera fallado en Génesis, no podría haber nacido el Mesías en Belén
siglos más tarde.
IV. Génesis y Apocalipsis
Los principios que aparecen en Génesis tienen su cumplimiento en Apocalipsis. Dios creó los cielos
y la tierra (Gn 1.1) y un día creará un nuevo cielo y una nueva tierra (Ap 21.1). Satanás primero atacó
al hombre (Gn 3), sin embargo será derrotado en su ataque final (Ap 20.7–10). Dios hizo las tinieblas y
la luz (Gn 1.5), pero un día no habrá más noche (Ap 21.23; 22.5). No habrá más mar (Gn 1.10; Ap
21.1) y se quitará la maldición de la creación (Gn 3.14–27; Ap 22.3). Dios sacó al hombre del jardín
(Gn 3.24), pero el pueblo de Dios será bienvenido al paraíso celestial (Ap 22.1ss), y el árbol de la vida
se le restaurará al hombre (Ap 22.14). Babilonia será destruida (Gn 10.8–10; Ap 17–19) y el juicio
prometido sobre Satanás se cumplirá (Gn 3.15; Ap 20.10).
V. Cristo en Génesis
De acuerdo a Lucas 24.27, 44–45 Cristo se halla «en todas las Escrituras». A continuación constan
una pocas de las referencias a Cristo en Génesis.
1. El Verbo creador: Génesis 1.3; Juan 1.1–5; 2 Corintios 4.3–7
2. El postrer Adán: Romanos 5; 1 Corintios 15.45
3. La simiente de la mujer: Génesis 3.15; Gálatas 3.19; 4.4
4. Abel: Génesis 4; Hebreos 11.4; 12.24
5. Noé y el diluvio: Génesis 6–10; 1 Pedro 3.18–22
6. Melquisedec: Génesis 14; Hebreos 7–10
7. Isaac, el hijo de la promesa: Génesis 17; Gálatas 4.21–31 (Isaac pinta a Cristo en su nacimiento
milagroso, su disposición para morir, su «resurrección» [Heb 11.19], y al tomar una esposa. Por
supuesto, Jesús en realidad murió y resucitó de los muertos. En Isaac estos sucesos sólo fueron
simbólicos.)
8. El Cordero: Génesis 22.7–8; Juan 1.29
9. La escalera de Jacob: Génesis 28.12ss; Juan 1.51
10. José: Génesis 37–50 (Rechazado por sus hermanos; amado del Padre; sufriendo injustamente;
exaltado a reinar. Los hermanos de José no le reconocieron la primera vez que le vieron de nuevo, pero
sí la segunda vez. Así será con Israel en el reconocimiento de su Mesías.)
GÉNESIS 1
Nos ajustaremos a algunas de las verdades principales que se hallan en este importante pasaje.
I. El Creador
Ningún científico o historiador puede mejorar: «En el principio Dios [ …]». Esta simple afirmación
refuta al ateo que dice que no hay Dios; al agnóstico, que afirma que no puede conocer a Dios; al
politeísta que adora a muchos dioses; al panteísta, que dice que «toda la naturaleza es Dios»; al
materialista, que argumenta que la materia es eterna y no se crea; y al fatalista, que enseña que no hay
plan divino detrás de la creación y la historia. La personalidad de Dios se ve en este capítulo, porque
habla, ve, nombra y bendice. El científico puede afirmar que la materia sólo «llegó a existir», que la
vida «ocurrió» y que todas las formas complejas de vida «evolucionaron gradualmente» de formas
inferiores, pero no puede dar pruebas de sus declaraciones. Admitimos que hay cambios dentro de las
especies (tales como el desarrollo del caballo o del gato doméstico), pero que una clase de criatura se
transforme en otra, no lo aceptamos. ¿Por qué creó Dios el universo? No cabe duda que no fue para
añadirse nada a sí mismo, puesto que no necesita nada. En realidad la creación limita a Dios, puesto
que el Eterno ahora debe confinarse a obra en el tiempo y la historia humana. La Palabra deja en claro
que Cristo es el autor, sustentador y meta de la creación (Col 1.15–17; Ap 4.11). Cristo, el Verbo
viviente, revela a Dios en la Palabra escrita y en el libro de la naturaleza (Jn 1.1–5; véase también Sal
19).
¿Qué revela la creación acerca de Dios? La creación revela: (1) su sabiduría y poder (Job 28.23–27;
Pr 3.19); (2) su gloria (Sal 19.1); (3) su poder y deidad (Ro 1.18–21); (4) su amor por el hombre
insignificante (Sal 8.3–9); (5) su cuidado providencial (Is 40.12ss). Cuando nuestro Señor estaba en la
tierra, vio la mano de la gracia del Padre incluso en las flores y las aves (Mt 6.25ss).
El nombre hebreo para Dios en Génesis 1 es Elohim, el cual lo liga con la creación. La raíz básica
del nombre es El, que significa «poderoso, fuerte, prominente».
En 2.4 tenemos «Jehová Dios» que es
Jehová Elohim. Jehová es nombre del pacto de Dios y lo une a su pueblo. Este es el nombre que dio
cuando le habló a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY» (Éx 3.14–15). Significa que es el Dios que existe
en sí mismo, inmutable.
II. La creación
La existencia de los ángeles y la caída de Satanás preceden en fecha a la creación, porque los
ángeles («hijos de Dios») cantaban en la creación (Job 38.7). Lucifer era el más superior de los seres
creados por Dios en esta creación original (véase Ez 28.11–19) y quiso tomar el lugar de Dios (Is
14.12–17). Hallamos a Satanás ya en escena en Génesis 3, de modo que su caída debe haber ocurrido
anteriormente.
La tierra estaba deforme, así que en los primeros tres días Dios formó lo que quería. La tierra estaba
vacía, así que Dios llenó lo que había formado. Hizo la expansión de los cielos («firmamento») y los
llenó con estrellas y planetas. Hizo la tierra y la llenó con plantas y animales. Dios originó la luz antes
de colocarla en los cielos. Nótese el principio de separación ilustrado en la creación; porque Dios
dividió la luz de las tinieblas y el mar de la tierra (véase 2 Co 6.14–18). Nótese también que cada ser
viviente debía reproducirse «según su especie»; no se sugiere una evolución gradual. Quizás podamos
criar diferentes clases de ganado, ¡pero no podemos procrear una vaca a partir de un venado!
El hombre es la corona de la creación. Hay una «conferencia divina» entre los miembros de la
Deidad antes de crearlo, algo que no se ve en ninguno de los demás pasos de la creación. Algunos de
los ángeles ya se habían rebelado contra Dios y sin duda Él sabía que el hombre lo haría. Sin embargo,
en su amor y gracia, modeló al primer hombre «a su imagen», refiriéndose a la personalidad del
hombre: mente, voluntad, emociones, libertad, antes que a su apariencia física. (Véanse Ef 4.24; Col
3.10). Al hombre se le dio el lugar de dominio sobre la tierra, la más alta posición en la creación. Esto
explica el ataque de Satanás; ¡porque Satanás (Lucifer) tuvo una vez esa posición y quería una todavía
más elevada! Si no logró obtener el lugar de Dios en el universo, trataría de tomar el lugar de Dios en la
vida del hombre. ¡Y lo consiguió! El hombre perdió su dominio debido a su pecado (Sal 8 y Heb 2.5–
18), pero este dominio se ha recuperado para nosotros por Cristo, el postrer Adán (véase Ro 5). Cuando
estaba en la tierra Jesús demostró que tenía dominio sobre los peces (Lc 5; Mt. 17.24ss), las aves (Mt
26.74–75) y las bestias (Mt 21.1–7).
En un inicio, la dieta del hombre era vegetariana, pero esto se cambió en Génesis 9.3–4. A los
judíos se les dio restricciones dietéticas (Lv. 11), pero no hay tales restricciones hoy (Mc 7.17–23; Hch
10.9–16; 1 Ti 4.1–5).
III. La nueva creación
Segunda de Corintios 4.3–6 y 5.17 deja en claro que en Cristo Dios tiene una nueva creación. Pablo
usa las imágenes del relato de la creación en Génesis para ilustrar esta nueva creación. El hombre se
creó perfecto, pero lo arruinó el pecado. Nace pecador, «desordenado y vacío»; su vida no tiene
propósito y está vacía y oscura.
El Espíritu Santo empieza su obra de convicción «moviéndose» en los corazones de los hombres
(Gn 1.2). En verdad, la salvación siempre empieza con el Señor (Jon 2.9); a su gracia se debe la
salvación de cualquier pecador. El Espíritu usa la Palabra para producir luz (Sal 119.130), porque no
puede haber salvación sin la Palabra de Dios (Jn 5.24). Y Hebreos 4.12 dice que la Palabra tiene poder
para «partir», o dividir, trayendo a la mente el hecho de que Dios dividió la luz de las tinieblas, la tierra
y las aguas.
Como los seres creados en Génesis, los creyentes tienen la responsabilidad de fructificar y
multiplicarse «según su género». En un paralelo a la posición de dominio de Adán, el creyente es parte
de la realeza bajo el gobierno de Dios y puede «reinar en vida» mediante Cristo (Ro 5.17ss).
Así como Adán fue la cabeza de la antigua creación, Cristo es la Cabeza de la nueva creación; es el
postrer Adán (1 Co 15.45–49). El AT es el «libro de las generaciones de Adán» (Gn 5.1) y concluye
pronunciando una maldición (Mal 4.6). El NT es el «libro de la generación de Jesucristo» (Mt 1.1) y
concluye con «no habrá más maldición» (Ap 22.3).
GÉNESIS 2
I. El primer sabat (2.1–3)
La palabra sabat simplemente significa «cesar». Dios no «descansa» porque esté cansado, puesto
que Él no se cansa (Sal 121.4). Más bien cesó de sus obras creadoras; la tarea estaba ahora terminada.
Bendijo a las criaturas (1.22) y al hombre (1.28). Ahora bendice el sabat al separarlo como un día
especial. No hay mandamiento aquí para que la gente observe el sabat. Es más, puesto que Adán fue
creado en el sexto día, el sabat era en realidad el primer día para él.
El sabat no aparece de nuevo en el AT sino hasta Éxodo 20.8–11, donde Dios lo da a Israel como
su señal especial del pacto (Éx 31.12–17). Las Escrituras no dan evidencia de que Dios alguna vez les
dijo a los gentiles que observaran el sabat; es más, el Salmo 147.19–20 deja en claro que la Ley
Mosaica del AT se dio sólo a Israel, quien fue al cautiverio porque profanó el sabat (Neh 13.15–22).
Mientras Cristo estaba en la tierra guardó el sabat puesto que vivía bajo la dispensación de la ley. Por
supuesto, no siguió las reglas humanas de los fariseos (Mc 2.23–28).
En los primeros días de la Iglesia los cristianos se reunían en el sabat en las sinagogas, hasta que
los creyentes judíos fueron perseguidos y expulsados.
No obstante, el primer día de la semana
(domingo, el día del Señor), fue su día especial de comunión y adoración (Hch 20.7; 1 Co 16.1–3; Ap
1.10). El primer día conmemora la resurrección de Cristo (Mt 28.1; Jn 20.1), la conclusión de su obra al
producir la nueva creación. Véase 2 Corintios 5.17. Estos dos días especiales, el sabat y el día del
Señor, conmemoran cosas diferentes y no deben confundirse.
El sabat se relaciona a la antigua
creación y se dio expresamente a Israel. El día del Señor se relaciona a la nueva creación y pertenece a
la Iglesia. El sabat habla como ley de seis días de labor a los cuales le siguen el descanso, pero el día
del Señor habla de gracia, porque empezamos la semana con descanso al cual le siguen las obras.
Hebreos 4 indica que el sabat del AT es un tipo del futuro reino de reposo, tanto como del reposo
espiritual que tenemos mediante la fe en Cristo. Colosenses 2.13–17 deja en claro que el sabat
pertenece a las «sombras» de la ley y no a la plena luz de la gracia.
Si la gente quiere adorar en el
sabat, pueden hacerlo, pero no deben juzgar ni condenar a los creyentes que no se les unen (Col 2.16–
17). Gálatas 4.9–11 indica que la observancia legalista del sabat es un regreso a la esclavitud. Romanos
14.4–13 sugiere que guardarlo puede ser una característica de un cristiano inmaduro que tiene una
conciencia débil. Es cierto que varios grupos de cristianos profesantes pueden adorar en el sábado, si lo
prefieren, pero no deben condenar a quienes dan énfasis especial a adorar en el domingo, el día de la
resurrección.
II. El primer jardín (2.4–14)
La historia bíblica puede resumirse en cuatro jardines: (1) Edén, donde entró el pecado; (2)
Getsemaní, donde Cristo se entregó a la muerte; (3) Calvario, donde murió y fue sepultado (véase Jn.
19.41–42); y (4) el «jardín del paraíso» celestial (Ap 21.1ss). Moisés describe el primer hogar que Dios
le dio a la primera pareja. Aquí no se incluyen detalles adicionales del relato de la creación del capítulo
1; estos son complementarios, no contradictorios. El versículo 5 indica que Dios necesitaba al hombre
para ayudarle a labrar la tierra. El hombre fue «formado» así como el alfarero da forma al barro (la
misma palabra en Jer 18.1ss). El hombre era responsable por cultivar el jardín (cuidarlo) y guardarlo (lo
que sugiere la presencia de un enemigo). Dios le dio a Adán y Eva todo lo que necesitaban para la vida
y la felicidad, todo lo que fue bueno y placentero, y les permitió que lo disfrutaran en abundancia.
Los dos árboles son importantes. El texto de 3.22 sugiere que el árbol de la vida sustentaba la vida
para la humanidad (véase también Ap 22.2). Si Adán hubiera comido del árbol de la vida después de
pecar, no hubiera muerto y entonces la muerte no hubiera pasado a todos los hombres (Ro 5.12ss) y
Cristo no hubiera muerto para redimir a los hombres. El árbol de la ciencia del bien y del mal
simbolizaba la autoridad de Dios; comer de ese árbol significaba desobedecer a Dios e incurrir en la
pena de muerte. No sabemos qué clase de árboles eran, sin embargo es cierto que Adán y Eva
comprendieron su importancia.
III. La primera ley (2.15–17)
Adán fue una criatura perfecta, que nunca había pecado, pero que tenía la capacidad de pecar. Dios
hizo a Adán un rey con dominio (1.26ss). Pero un gobernante puede regir a otros sólo si se gobierna a
sí mismo, de modo que fue necesario que Adán fuera tentado. Dios siempre ha querido que sus
criaturas le amen y le obedezcan por su libre voluntad y no debido a coacción ni a la recompensa.
Esta prueba era perfectamente justa y equitativa. Adán y Eva disfrutaban de la libertad y de
abundante provisión en el jardín y ni siquiera necesitaban del fruto del árbol de la ciencia del bien y del
mal.
IV. El primer matrimonio (2.18–25)
Todo en la creación era «bueno en gran manera» (1.31) excepto la soledad de Adán. «No es bueno
que el hombre esté solo» apunta a la base del matrimonio: (1) para proveer compañía; (2) para
continuar la raza; (3) para ayudarse mutuamente y producir lo mejor. La palabra «ayuda idónea» (v. 18)
se refiere a un ayudante: uno que satisface sus necesidades. Esta compañía no se halló en ningún
animal de la creación, mostrando así el gran abismo estable que hay entre las criaturas y los seres
humanos hechos a imagen de Dios. Dios hizo a la primera mujer de la carne y hueso del primer
hombre, y «cerró la carne en su lugar» (v. 21). El verbo «hizo» en el versículo 22 en realidad es la
palabra «construir», como uno construiría un templo. El hecho de que Eva fue hecha de Adán muestra
la unidad de la raza humana y la dignidad de la mujer. Se ha hecho notar que Eva fue hecha, no de los
pies del hombre para que este la pisoteara, ni de la cabeza como para regir sobre él, sino de su costado,
para estar cerca de su corazón y que la amara.
Adán le puso nombre a todos los animales que Dios le trajo (v. 19), mostrando así que el primer
hombre tenía inteligencia, lenguaje y facultad de hablar. Ahora llama a su novia «mujer» (en el hebreo
ishá que se relaciona a ish, que significa «hombre»). De modo que, en nombre y naturaleza, el hombre
y la mujer se pertenecen mutuamente. Qué maravilloso sería si Dios celebrara cada boda. Entonces
cada hogar sería un paraíso en la tierra.
Por supuesto, esto es un hermoso cuadro de Cristo y la Iglesia (Ef 5.21–33). Cristo, el postrer Adán,
dio origen a la Iglesia cuando dormía su muerte en la cruz y los hombres abrieron su costado (Jn 19.31–
37). Participó de nuestra naturaleza humana para que nosotros pudiéramos participar de su naturaleza
divina. Eva fue el objeto del amor y preocupación de Adán, así como la Iglesia recibe el amor y el
ministerio de Cristo. Primera de Timoteo 2.11–15 destaca que Adán voluntariamente comió del fruto
prohibido y no lo engañaron como a Eva. Estaba dispuesto a convertirse en pecado con tal de quedarse
con su esposa. Así Cristo estuvo dispuesto a ser hecho pecado por nosotros para que nosotros
pudiéramos estar con Él para siempre. ¡Qué amor y gracia! Nótese también que Eva fue formada antes
de que el pecado entrara en escena, así como hemos sido escogidos en Cristo «antes de la fundación del
mundo» (Ef 1.4).
Si miramos con detenimiento, nos daremos cuenta de tres cuadros de la Iglesia en estos versículos,
así como se pinta a la Iglesia en Efesios. Eva era la esposa (Ef 5.21–33); también era parte del cuerpo
de Adán (Gn 2.23; Ef 5.29–30); y fue hecha o «edificada», lo cual sugiere a la Iglesia como templo de
Dios (Ef 2.19–22).
GÉNESIS 3
I. Tentación (3.1–6)
A. El tentador.
Dios no es el autor del pecado, ni Él tienta a las personas a pecar; esto es la obra del diablo (Stg
1.13). Ya hemos visto que Satanás cayó en pecado antes de la obra de Génesis 1.3ss. Al principio era
un bello ángel, regocijándose en la creación divina (Job 38.4–7), pero pecó y Dios lo juzgó (Is 14.12–
17; Ez 28.11–19). Nótese que Satanás vino a Eva disfrazado de serpiente, porque se disfraza y le
aparece a la gente en su verdadero carácter. En Génesis 3 Satanás es la serpiente que engaña (2 Co
11.3); en Génesis 4 es el mentiroso que mata (Jn 8.44). Debemos cuidarnos para evitar sus sendas
engañosas.
B. El blanco.
Satanás apuntó a la mente de Eva (2 Co 11.1–3; 1 Ti 2.9–15) y tuvo éxito en engañarla. La mente
del hombre es una parte de su ser creado a imagen de Dios (Col 3.9–10), de modo que Satanás ataca a
Dios cuando ataca la mente humana. Satanás usa mentiras. Es mentiroso y padre de mentiras (Jn 8.44).
C. La táctica.
Mientras que la mente se aferre a la verdad de Dios, Satanás no puede ganar; pero una vez que la
mente duda de la Palabra de Dios, hay campo para que se introduzcan las mentiras del diablo. Satanás
cuestiona la Palabra de Dios (v. 1), la niega (v. 4) y luego la sustituye con sus propias mentiras (v. 5).
Nótese que Satanás procura socavar nuestra fe en la bondad de Dios; le sugirió a Eva que Dios estaba
«privándoles de algo» al decirles que se abstuvieran del árbol de la ciencia del bien y del mal. Cuando
Bosquejo sugerido de Génesis
I. Historia de la humanidad en general (1–11)
A. Creación de los cielos y la tierra (1–2)
B. Adán y su familia (3–5)
La caída del hombre (3)
C. Noé y su familia (6–11)
El diluvio (6–10)
La rebelión de Babel (11)
II. Historia de Israel en particular (12–50)
A. Abraham: El padre que ofreció a su hijo (12.1–25.18)
B. Isaac: El hijo que tomó una esposa (25.19–26.35)
C. Jacob: Carne vs. Espíritu (27.1–36.43)
D. José: La providencia de Dios (37.1–50.26)
Notas preliminares a Génesis
I. Nombre
«Génesis» procede de una palabra griega que significa «principio» o «generación». Génesis es el
libro de las generaciones o principios. Hay diez generaciones anotadas en el libro: los cielos y la tierra
(2.4); Adán (5.1); Noé (6.9); Sem (11.10); Taré (11.27); Ismael (25.12); Isaac (25.19); Esaú (36.1); y
Jacob (37.2). Como el semillero para la Biblia entera, Génesis narra para nosotros los trascendentales
comienzos del universo, la historia humana, la civilización, el pecado, la salvación, el sacrificio, el
matrimonio y la familia.
II. Autor
Hay consenso general en reconocer que Moisés es el autor de los cinco primeros libros de la Biblia,
llamado «el Pentateuco» (del griego penta, «cinco» y teucos, «el estuche donde se guardaban»). Por
supuesto, Moisés no vivía cuando ocurrieron los hechos de Génesis, pero el Espíritu le guió al
escribirlos (2 P 1.20–21). Cristo creyó que Moisés escribió los libros que se le asignan (véase Jn 5.45–
47) y eso es suficiente autoridad para nosotros.
III. Propósito
Al leer Génesis no se puede dejar de notar que los primeros once capítulos son generales y sin
muchos detalles; mientras que el resto del libro, empezando con el capítulo 12, pormenoriza la vida de
cuatro hombres: Abraham, Isaac, Jacob y José. Como notará en nuestro bosquejo sugerido de Génesis,
la primera sección (1–11) trata de la humanidad en general y explica el origen del hombre y del pecado,
mientras que la segunda (12–50) se refiere a Israel en particular. Esto sugiere que el propósito del libro
es explicar los comienzos del hombre y su pecado, e Israel y el plan divino de salvación. Es más, uno
de los temas clave en Génesis es la elección divina.
Empezamos con «los cielos y la tierra», pero entonces Dios decide relacionarse con la tierra, no los
cielos; el tema desde allí en adelante es el programa de Dios en la tierra. Habiendo escogido la tierra,
Dios ahora pasa por alto a los ángeles (incluso a los ángeles caídos) y opta por vincularse con el
hombre. De entre los muchos hijos de Adán, Dios selecciona a Set (4.25). De los muchos descendientes
de Set (Gn 5), escoge a Noé (6.8), y de la familia de Noé, elige a Sem (11.10), Taré (11.27) y por
último a Abraham (12.1). Abraham tiene muchos hijos, pero Isaac es la simiente escogida (21.12).
Isaac tiene dos hijos, Jacob y Esaú, y Dios escoge a Jacob para que sea el que recibe su bendición.
Todo esto revela la elección de la gracia de Dios. Ninguna de estas personas merecen escoger el
honor; como es cierto en los verdaderos creyentes, su elección resultó plenamente de la gracia de Dios.
Junto con la gracia de Dios que elige, Génesis ilustra el maravilloso poder y providencia de Dios. El
hombre desobedecería y dudaría de Dios, sin embargo Él regiría e impondría su autoridad para cumplir
sus propósitos. Si su programa hubiera fallado en Génesis, no podría haber nacido el Mesías en Belén
siglos más tarde.
IV. Génesis y Apocalipsis
Los principios que aparecen en Génesis tienen su cumplimiento en Apocalipsis. Dios creó los cielos
y la tierra (Gn 1.1) y un día creará un nuevo cielo y una nueva tierra (Ap 21.1). Satanás primero atacó
al hombre (Gn 3), sin embargo será derrotado en su ataque final (Ap 20.7–10). Dios hizo las tinieblas y
la luz (Gn 1.5), pero un día no habrá más noche (Ap 21.23; 22.5). No habrá más mar (Gn 1.10; Ap
21.1) y se quitará la maldición de la creación (Gn 3.14–27; Ap 22.3). Dios sacó al hombre del jardín
(Gn 3.24), pero el pueblo de Dios será bienvenido al paraíso celestial (Ap 22.1ss), y el árbol de la vida
se le restaurará al hombre (Ap 22.14). Babilonia será destruida (Gn 10.8–10; Ap 17–19) y el juicio
prometido sobre Satanás se cumplirá (Gn 3.15; Ap 20.10).
V. Cristo en Génesis
De acuerdo a Lucas 24.27, 44–45 Cristo se halla «en todas las Escrituras». A continuación constan
una pocas de las referencias a Cristo en Génesis.
1. El Verbo creador: Génesis 1.3; Juan 1.1–5; 2 Corintios 4.3–7
2. El postrer Adán: Romanos 5; 1 Corintios 15.45
3. La simiente de la mujer: Génesis 3.15; Gálatas 3.19; 4.4
4. Abel: Génesis 4; Hebreos 11.4; 12.24
5. Noé y el diluvio: Génesis 6–10; 1 Pedro 3.18–22
6. Melquisedec: Génesis 14; Hebreos 7–10
7. Isaac, el hijo de la promesa: Génesis 17; Gálatas 4.21–31 (Isaac pinta a Cristo en su nacimiento
milagroso, su disposición para morir, su «resurrección» [Heb 11.19], y al tomar una esposa. Por
supuesto, Jesús en realidad murió y resucitó de los muertos. En Isaac estos sucesos sólo fueron
simbólicos.)
8. El Cordero: Génesis 22.7–8; Juan 1.29
9. La escalera de Jacob: Génesis 28.12ss; Juan 1.51
10. José: Génesis 37–50 (Rechazado por sus hermanos; amado del Padre; sufriendo injustamente;
exaltado a reinar. Los hermanos de José no le reconocieron la primera vez que le vieron de nuevo, pero
sí la segunda vez. Así será con Israel en el reconocimiento de su Mesías.)
GÉNESIS 1
Nos ajustaremos a algunas de las verdades principales que se hallan en este importante pasaje.
I. El Creador
Ningún científico o historiador puede mejorar: «En el principio Dios [ …]». Esta simple afirmación
refuta al ateo que dice que no hay Dios; al agnóstico, que afirma que no puede conocer a Dios; al
politeísta que adora a muchos dioses; al panteísta, que dice que «toda la naturaleza es Dios»; al
materialista, que argumenta que la materia es eterna y no se crea; y al fatalista, que enseña que no hay
plan divino detrás de la creación y la historia. La personalidad de Dios se ve en este capítulo, porque
habla, ve, nombra y bendice. El científico puede afirmar que la materia sólo «llegó a existir», que la
vida «ocurrió» y que todas las formas complejas de vida «evolucionaron gradualmente» de formas
inferiores, pero no puede dar pruebas de sus declaraciones. Admitimos que hay cambios dentro de las
especies (tales como el desarrollo del caballo o del gato doméstico), pero que una clase de criatura se
transforme en otra, no lo aceptamos. ¿Por qué creó Dios el universo? No cabe duda que no fue para
añadirse nada a sí mismo, puesto que no necesita nada. En realidad la creación limita a Dios, puesto
que el Eterno ahora debe confinarse a obra en el tiempo y la historia humana. La Palabra deja en claro
que Cristo es el autor, sustentador y meta de la creación (Col 1.15–17; Ap 4.11). Cristo, el Verbo
viviente, revela a Dios en la Palabra escrita y en el libro de la naturaleza (Jn 1.1–5; véase también Sal
19).
¿Qué revela la creación acerca de Dios? La creación revela: (1) su sabiduría y poder (Job 28.23–27;
Pr 3.19); (2) su gloria (Sal 19.1); (3) su poder y deidad (Ro 1.18–21); (4) su amor por el hombre
insignificante (Sal 8.3–9); (5) su cuidado providencial (Is 40.12ss). Cuando nuestro Señor estaba en la
tierra, vio la mano de la gracia del Padre incluso en las flores y las aves (Mt 6.25ss).
El nombre hebreo para Dios en Génesis 1 es Elohim, el cual lo liga con la creación. La raíz básica
del nombre es El, que significa «poderoso, fuerte, prominente».
En 2.4 tenemos «Jehová Dios» que es
Jehová Elohim. Jehová es nombre del pacto de Dios y lo une a su pueblo. Este es el nombre que dio
cuando le habló a Moisés: «YO SOY EL QUE SOY» (Éx 3.14–15). Significa que es el Dios que existe
en sí mismo, inmutable.
II. La creación
La existencia de los ángeles y la caída de Satanás preceden en fecha a la creación, porque los
ángeles («hijos de Dios») cantaban en la creación (Job 38.7). Lucifer era el más superior de los seres
creados por Dios en esta creación original (véase Ez 28.11–19) y quiso tomar el lugar de Dios (Is
14.12–17). Hallamos a Satanás ya en escena en Génesis 3, de modo que su caída debe haber ocurrido
anteriormente.
La tierra estaba deforme, así que en los primeros tres días Dios formó lo que quería. La tierra estaba
vacía, así que Dios llenó lo que había formado. Hizo la expansión de los cielos («firmamento») y los
llenó con estrellas y planetas. Hizo la tierra y la llenó con plantas y animales. Dios originó la luz antes
de colocarla en los cielos. Nótese el principio de separación ilustrado en la creación; porque Dios
dividió la luz de las tinieblas y el mar de la tierra (véase 2 Co 6.14–18). Nótese también que cada ser
viviente debía reproducirse «según su especie»; no se sugiere una evolución gradual. Quizás podamos
criar diferentes clases de ganado, ¡pero no podemos procrear una vaca a partir de un venado!
El hombre es la corona de la creación. Hay una «conferencia divina» entre los miembros de la
Deidad antes de crearlo, algo que no se ve en ninguno de los demás pasos de la creación. Algunos de
los ángeles ya se habían rebelado contra Dios y sin duda Él sabía que el hombre lo haría. Sin embargo,
en su amor y gracia, modeló al primer hombre «a su imagen», refiriéndose a la personalidad del
hombre: mente, voluntad, emociones, libertad, antes que a su apariencia física. (Véanse Ef 4.24; Col
3.10). Al hombre se le dio el lugar de dominio sobre la tierra, la más alta posición en la creación. Esto
explica el ataque de Satanás; ¡porque Satanás (Lucifer) tuvo una vez esa posición y quería una todavía
más elevada! Si no logró obtener el lugar de Dios en el universo, trataría de tomar el lugar de Dios en la
vida del hombre. ¡Y lo consiguió! El hombre perdió su dominio debido a su pecado (Sal 8 y Heb 2.5–
18), pero este dominio se ha recuperado para nosotros por Cristo, el postrer Adán (véase Ro 5). Cuando
estaba en la tierra Jesús demostró que tenía dominio sobre los peces (Lc 5; Mt. 17.24ss), las aves (Mt
26.74–75) y las bestias (Mt 21.1–7).
En un inicio, la dieta del hombre era vegetariana, pero esto se cambió en Génesis 9.3–4. A los
judíos se les dio restricciones dietéticas (Lv. 11), pero no hay tales restricciones hoy (Mc 7.17–23; Hch
10.9–16; 1 Ti 4.1–5).
III. La nueva creación
Segunda de Corintios 4.3–6 y 5.17 deja en claro que en Cristo Dios tiene una nueva creación. Pablo
usa las imágenes del relato de la creación en Génesis para ilustrar esta nueva creación. El hombre se
creó perfecto, pero lo arruinó el pecado. Nace pecador, «desordenado y vacío»; su vida no tiene
propósito y está vacía y oscura.
El Espíritu Santo empieza su obra de convicción «moviéndose» en los corazones de los hombres
(Gn 1.2). En verdad, la salvación siempre empieza con el Señor (Jon 2.9); a su gracia se debe la
salvación de cualquier pecador. El Espíritu usa la Palabra para producir luz (Sal 119.130), porque no
puede haber salvación sin la Palabra de Dios (Jn 5.24). Y Hebreos 4.12 dice que la Palabra tiene poder
para «partir», o dividir, trayendo a la mente el hecho de que Dios dividió la luz de las tinieblas, la tierra
y las aguas.
Como los seres creados en Génesis, los creyentes tienen la responsabilidad de fructificar y
multiplicarse «según su género». En un paralelo a la posición de dominio de Adán, el creyente es parte
de la realeza bajo el gobierno de Dios y puede «reinar en vida» mediante Cristo (Ro 5.17ss).
Así como Adán fue la cabeza de la antigua creación, Cristo es la Cabeza de la nueva creación; es el
postrer Adán (1 Co 15.45–49). El AT es el «libro de las generaciones de Adán» (Gn 5.1) y concluye
pronunciando una maldición (Mal 4.6). El NT es el «libro de la generación de Jesucristo» (Mt 1.1) y
concluye con «no habrá más maldición» (Ap 22.3).
GÉNESIS 2
I. El primer sabat (2.1–3)
La palabra sabat simplemente significa «cesar». Dios no «descansa» porque esté cansado, puesto
que Él no se cansa (Sal 121.4). Más bien cesó de sus obras creadoras; la tarea estaba ahora terminada.
Bendijo a las criaturas (1.22) y al hombre (1.28). Ahora bendice el sabat al separarlo como un día
especial. No hay mandamiento aquí para que la gente observe el sabat. Es más, puesto que Adán fue
creado en el sexto día, el sabat era en realidad el primer día para él.
El sabat no aparece de nuevo en el AT sino hasta Éxodo 20.8–11, donde Dios lo da a Israel como
su señal especial del pacto (Éx 31.12–17). Las Escrituras no dan evidencia de que Dios alguna vez les
dijo a los gentiles que observaran el sabat; es más, el Salmo 147.19–20 deja en claro que la Ley
Mosaica del AT se dio sólo a Israel, quien fue al cautiverio porque profanó el sabat (Neh 13.15–22).
Mientras Cristo estaba en la tierra guardó el sabat puesto que vivía bajo la dispensación de la ley. Por
supuesto, no siguió las reglas humanas de los fariseos (Mc 2.23–28).
En los primeros días de la Iglesia los cristianos se reunían en el sabat en las sinagogas, hasta que
los creyentes judíos fueron perseguidos y expulsados.
No obstante, el primer día de la semana
(domingo, el día del Señor), fue su día especial de comunión y adoración (Hch 20.7; 1 Co 16.1–3; Ap
1.10). El primer día conmemora la resurrección de Cristo (Mt 28.1; Jn 20.1), la conclusión de su obra al
producir la nueva creación. Véase 2 Corintios 5.17. Estos dos días especiales, el sabat y el día del
Señor, conmemoran cosas diferentes y no deben confundirse.
El sabat se relaciona a la antigua
creación y se dio expresamente a Israel. El día del Señor se relaciona a la nueva creación y pertenece a
la Iglesia. El sabat habla como ley de seis días de labor a los cuales le siguen el descanso, pero el día
del Señor habla de gracia, porque empezamos la semana con descanso al cual le siguen las obras.
Hebreos 4 indica que el sabat del AT es un tipo del futuro reino de reposo, tanto como del reposo
espiritual que tenemos mediante la fe en Cristo. Colosenses 2.13–17 deja en claro que el sabat
pertenece a las «sombras» de la ley y no a la plena luz de la gracia.
Si la gente quiere adorar en el
sabat, pueden hacerlo, pero no deben juzgar ni condenar a los creyentes que no se les unen (Col 2.16–
17). Gálatas 4.9–11 indica que la observancia legalista del sabat es un regreso a la esclavitud. Romanos
14.4–13 sugiere que guardarlo puede ser una característica de un cristiano inmaduro que tiene una
conciencia débil. Es cierto que varios grupos de cristianos profesantes pueden adorar en el sábado, si lo
prefieren, pero no deben condenar a quienes dan énfasis especial a adorar en el domingo, el día de la
resurrección.
II. El primer jardín (2.4–14)
La historia bíblica puede resumirse en cuatro jardines: (1) Edén, donde entró el pecado; (2)
Getsemaní, donde Cristo se entregó a la muerte; (3) Calvario, donde murió y fue sepultado (véase Jn.
19.41–42); y (4) el «jardín del paraíso» celestial (Ap 21.1ss). Moisés describe el primer hogar que Dios
le dio a la primera pareja. Aquí no se incluyen detalles adicionales del relato de la creación del capítulo
1; estos son complementarios, no contradictorios. El versículo 5 indica que Dios necesitaba al hombre
para ayudarle a labrar la tierra. El hombre fue «formado» así como el alfarero da forma al barro (la
misma palabra en Jer 18.1ss). El hombre era responsable por cultivar el jardín (cuidarlo) y guardarlo (lo
que sugiere la presencia de un enemigo). Dios le dio a Adán y Eva todo lo que necesitaban para la vida
y la felicidad, todo lo que fue bueno y placentero, y les permitió que lo disfrutaran en abundancia.
Los dos árboles son importantes. El texto de 3.22 sugiere que el árbol de la vida sustentaba la vida
para la humanidad (véase también Ap 22.2). Si Adán hubiera comido del árbol de la vida después de
pecar, no hubiera muerto y entonces la muerte no hubiera pasado a todos los hombres (Ro 5.12ss) y
Cristo no hubiera muerto para redimir a los hombres. El árbol de la ciencia del bien y del mal
simbolizaba la autoridad de Dios; comer de ese árbol significaba desobedecer a Dios e incurrir en la
pena de muerte. No sabemos qué clase de árboles eran, sin embargo es cierto que Adán y Eva
comprendieron su importancia.
III. La primera ley (2.15–17)
Adán fue una criatura perfecta, que nunca había pecado, pero que tenía la capacidad de pecar. Dios
hizo a Adán un rey con dominio (1.26ss). Pero un gobernante puede regir a otros sólo si se gobierna a
sí mismo, de modo que fue necesario que Adán fuera tentado. Dios siempre ha querido que sus
criaturas le amen y le obedezcan por su libre voluntad y no debido a coacción ni a la recompensa.
Esta prueba era perfectamente justa y equitativa. Adán y Eva disfrutaban de la libertad y de
abundante provisión en el jardín y ni siquiera necesitaban del fruto del árbol de la ciencia del bien y del
mal.
IV. El primer matrimonio (2.18–25)
Todo en la creación era «bueno en gran manera» (1.31) excepto la soledad de Adán. «No es bueno
que el hombre esté solo» apunta a la base del matrimonio: (1) para proveer compañía; (2) para
continuar la raza; (3) para ayudarse mutuamente y producir lo mejor. La palabra «ayuda idónea» (v. 18)
se refiere a un ayudante: uno que satisface sus necesidades. Esta compañía no se halló en ningún
animal de la creación, mostrando así el gran abismo estable que hay entre las criaturas y los seres
humanos hechos a imagen de Dios. Dios hizo a la primera mujer de la carne y hueso del primer
hombre, y «cerró la carne en su lugar» (v. 21). El verbo «hizo» en el versículo 22 en realidad es la
palabra «construir», como uno construiría un templo. El hecho de que Eva fue hecha de Adán muestra
la unidad de la raza humana y la dignidad de la mujer. Se ha hecho notar que Eva fue hecha, no de los
pies del hombre para que este la pisoteara, ni de la cabeza como para regir sobre él, sino de su costado,
para estar cerca de su corazón y que la amara.
Adán le puso nombre a todos los animales que Dios le trajo (v. 19), mostrando así que el primer
hombre tenía inteligencia, lenguaje y facultad de hablar. Ahora llama a su novia «mujer» (en el hebreo
ishá que se relaciona a ish, que significa «hombre»). De modo que, en nombre y naturaleza, el hombre
y la mujer se pertenecen mutuamente. Qué maravilloso sería si Dios celebrara cada boda. Entonces
cada hogar sería un paraíso en la tierra.
Por supuesto, esto es un hermoso cuadro de Cristo y la Iglesia (Ef 5.21–33). Cristo, el postrer Adán,
dio origen a la Iglesia cuando dormía su muerte en la cruz y los hombres abrieron su costado (Jn 19.31–
37). Participó de nuestra naturaleza humana para que nosotros pudiéramos participar de su naturaleza
divina. Eva fue el objeto del amor y preocupación de Adán, así como la Iglesia recibe el amor y el
ministerio de Cristo. Primera de Timoteo 2.11–15 destaca que Adán voluntariamente comió del fruto
prohibido y no lo engañaron como a Eva. Estaba dispuesto a convertirse en pecado con tal de quedarse
con su esposa. Así Cristo estuvo dispuesto a ser hecho pecado por nosotros para que nosotros
pudiéramos estar con Él para siempre. ¡Qué amor y gracia! Nótese también que Eva fue formada antes
de que el pecado entrara en escena, así como hemos sido escogidos en Cristo «antes de la fundación del
mundo» (Ef 1.4).
Si miramos con detenimiento, nos daremos cuenta de tres cuadros de la Iglesia en estos versículos,
así como se pinta a la Iglesia en Efesios. Eva era la esposa (Ef 5.21–33); también era parte del cuerpo
de Adán (Gn 2.23; Ef 5.29–30); y fue hecha o «edificada», lo cual sugiere a la Iglesia como templo de
Dios (Ef 2.19–22).
GÉNESIS 3
I. Tentación (3.1–6)
A. El tentador.
Dios no es el autor del pecado, ni Él tienta a las personas a pecar; esto es la obra del diablo (Stg
1.13). Ya hemos visto que Satanás cayó en pecado antes de la obra de Génesis 1.3ss. Al principio era
un bello ángel, regocijándose en la creación divina (Job 38.4–7), pero pecó y Dios lo juzgó (Is 14.12–
17; Ez 28.11–19). Nótese que Satanás vino a Eva disfrazado de serpiente, porque se disfraza y le
aparece a la gente en su verdadero carácter. En Génesis 3 Satanás es la serpiente que engaña (2 Co
11.3); en Génesis 4 es el mentiroso que mata (Jn 8.44). Debemos cuidarnos para evitar sus sendas
engañosas.
B. El blanco.
Satanás apuntó a la mente de Eva (2 Co 11.1–3; 1 Ti 2.9–15) y tuvo éxito en engañarla. La mente
del hombre es una parte de su ser creado a imagen de Dios (Col 3.9–10), de modo que Satanás ataca a
Dios cuando ataca la mente humana. Satanás usa mentiras. Es mentiroso y padre de mentiras (Jn 8.44).
C. La táctica.
Mientras que la mente se aferre a la verdad de Dios, Satanás no puede ganar; pero una vez que la
mente duda de la Palabra de Dios, hay campo para que se introduzcan las mentiras del diablo. Satanás
cuestiona la Palabra de Dios (v. 1), la niega (v. 4) y luego la sustituye con sus propias mentiras (v. 5).
Nótese que Satanás procura socavar nuestra fe en la bondad de Dios; le sugirió a Eva que Dios estaba
«privándoles de algo» al decirles que se abstuvieran del árbol de la ciencia del bien y del mal. Cuando
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